Casi veinte años más tarde, desde los añejos adoquines de la emblemática Plaza San Martín, el corazón volvería a repasar su historia entre disparos de selfies, risas y el particular sonido de la urbandad que lo vio nacer.
Ph: Leandro Gomez
La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos. Gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado, decía García Márquez. No estoy segura que fuese del todo real pero sí que, tras tantos vaivenes, recuperaba algo de la esencia con que fue concebido bajo la convicción de que el arte, en el espacio público, representa la valoración del mismo por parte de su comunidad. Sus comienzos en el Parque del Chateau, con su preciosa oxidación y esa segunda piel de las esculturas de mar, no vaticinaban las dificultades de sus años venideros. Por entonces, recientemente premiado y reconocido, desplegaba su modesto esplendor frente al Estadio de Fútbol Mario Alberto Kempes inaugurando lo que debía de ser un espacio destinado a esculturas destacadas. La particular ubicación lo convirtió, rápidamente, en una especie de amuleto de los principales equipos de fútbol de la ciudad que lo grafitearon con los colores de sus camisetas. En cada previa de una final, o de un partido decisivo, el corazón adquiría una nueva identidad. Era una especie de cábala en esa desesperada necesidad de canalizar sentimientos de toda índole a través de un resultado. Poco a poco, una sombría opacidad se apoderaba de ese especial relieve cargado de significancia. ¿Quién no ensayó alguna vez, lápiz en mano, esa figura tan universalmente simbólica, capaz de atravesar y transversalizar todas y cada una de las culturas del mundo? La solitaria peregrinación del corazón continuaba. Una vez, envuelto en una tela blanca, encintado con tiras negras y bajo una leyenda que rezaba Dolores de Argentina, protestó su descuido y reclamó atención; la misma que todos demandamos en alguna oportunidad.
Ph: Triana Sanchez Delgado
Otra vez, desde sus quince metros de planchuela de hierro rolada ardieron llamas y clamó por volver al único lugar que le podía devolver la sensación de seguridad que había perdido tras años de abandono. Por entonces, algunos argumentos legales (que su esencia no alcanzaba a comprender) le impedían regresar con su creadora quien se preguntaba, una y otra vez, cómo hace un artista para proteger su obra cuando ésta ya no le pertenece. Diez litros de pintura negra y ocho horas de trabajo dejaron como resultado un corazón altivo y de riguroso luto en clara manifestación de su enojo en la ciudad. Ese sentimiento fue transmutado, tiempo después, a partir de la palabra “amor” grafiteada en su pedestal por las manos de un hombre cuya anónima acción iniciaba una nueva etapa (y un nuevo sentimiento). El arte de su autora, Dolores Cáceres y el de Elian Chali (su amigo y reconocido muralista, pintor y fotógrafo), se unían, en esa comunión tan propia de los artistas, para devolverle al corazón su esencia más pura.
Ph: Leandro Gomez
Emplazado hoy en la Gran Manzana de la ciudad de Córdoba, tras largos meses de una nueva soledad (esta vez, impuesta por la pandemia) resplandece, representa y resiste como él sabe, a corazón abierto. Hoy, cada uno de los que pasan por allí, se apropian de él, lo reviven y multiplican en cada uno de esos disparos transformados en imágenes que se viralizan una y otra vez.
Dolores de Argentina

*Corazón Abierto ganó el primer premio en el concurso de esculturas Arte en la Rivera del Suquía del Gobierno de la Provincia de Córdoba en el año 2003. Es una creación obra de la cordobesa Dolores de Argentina. Con enorme compromiso, Dolores se especializa en Arte Público y normalmente parte de una investigación histórica, social y política para desarrollar sus obras. Combina intereses sobre la naturaleza de la producción del arte, el rol que tiene el “hacer arte” y el significado de la cultura en la sociedad. Se encuentra emplazado hoy en la emblemática Plaza San Martín del centro de la ciudad de Córdoba, punto neurálgico e histórico de referencia, de confluencia, de presentaciones culturales, de protestas y manifestaciones. El Corazón ejerce allí un rol protagónico y ejemplificador de encuentro espontáneo entre la comunidad y el arte en el espacio público; un llamado a visualizarlo como una herramienta clave como motor de comunicación y educación de la sociedad.

Carolina Samamé

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