Existe quien cela su talento y lo reserva a su propia individualidad y está quien lo comparte, lo expande y lo amalgama con otros talentos con resultados arrolladores.
El desafío, sin embargo, es sostener la fuerza de esa unión a través de los años.
Alfredo Tapia lo sabe porque AFT es la materialización de esa posibilidad en uno de los estudios de arquitectura, planeamiento y diseño más prestigiosos de la Argentina.
Con una filosofía basada en la integración entre distintas disciplinas y equipos profesionales; Atelman, Fourcade y Tapia son portadores de un mérito reservado a pocos: 25 años de trabajo ininterrumpido con reconocimiento internacional y sólida reputación.
Consultado acerca de un deseo, el reconocido arquitecto cordobés respondió que no se identifica con ese tipo de anhelos, a los cuales considera “poco consistentes” (por la movilidad intrínseca de los mismos) sino con el “hacer cosas”. “Me gustan los hacedores por sobre los opinadores y los planificadores. Creo que los hechos son los que definen a las personas, a los estudios, a las empresas, a todos”
El año bisagra
Múltiples líneas de tramas se entrelazaron para que Alfredo, Gastón y Martín terminen protagonizando la historia de AFT.
Corría el año 1995 y un departamento alquilado hacía las veces de estudio/ espacio de trabajo para ellos y otros jóvenes arquitectos asociados circunstancialmente por proyectos. Dos años después, en 1997, algunos movimientos internos y un concurso marcaban un antes y un después en la carrera de Atelman, Fourcade y Tapia. Tenían entre 27 y 29 años y apenas un par como profesionales. “Nosotros tres decidimos participar en el concurso del Museo Costantini (que hoy es el MALBA). Lo hicimos en ese momento para salir un poco de la rutina habitual de las obras que teníamos en esa etapa tan temprana de la carrera y porque coincidía con un congreso de arquitectura. El plan era viajar al congreso, ver quienes eran los ganadores del concurso y aprender un poco” rememora Alfredo Tapia.
La realidad superaría todas las expectativas. El mejor museo de arte latinoamericano del continente quedaba en sus manos.
MALBA PH: @cgmanzoni
El elegido, entre 450 trabajos presentados provenientes de 35 países, fue el de ellos. “Tuvimos la suerte y la sorpresa de ganarlo porque era literalmente el primer concurso en que decidíamos participar” relata con un dejo de humildad y continúa: “ese fue el punto de inflexión para consolidar nuestra sociedad. Nos puso al frente de un proyecto de alcance internacional con una experiencia mínima que nos obligó a aprender todo prácticamente de cero en un período de tiempo muy corto”.
El valor de la “falta de experiencia”
La intensidad de aquellos años de trabajo para el Malba serían recordados con algo de nostalgia tiempo después. “Fue un período de 3 o 4 años de absoluta intensidad; todo era nuevo, cada respuesta que aparecía nos generaba más preguntas”.
Del aprendizaje de aquella etapa quedó un lema que mantienen con convicción y que se transformó en su frase de cabecera: el valor de la falta de experiencia.
“La experiencia siempre se ve como algo positivo que a uno le da herramientas para encarar los problemas con soluciones que ya demostraron que funcionan. La vivencia del Malba, desde la inexperiencia, nos obligó a pensar soluciones desde cero y encontrar cosas que nadie estaba acostumbrado a hacer, que a nadie se le habían ocurrido antes y que resultaban ser mejores, o más eficientes o más creativas”.
BE TULUM PH: @claus_brecenmacher BE TULUM PH: @claus_brecenmacherCASA NARANJA, CÓRDOBA. PH: @cgmanzoni
En la búsqueda de mantener ese espíritu de “ojos abiertos”, de curiosidad, de inconformismo ante lo ya probado, trabajó y trabaja AFT. “Tratamos siempre de incorporar sangre joven a nuestra oficina por el aporte de esa mirada no contaminada. La audacia siempre viene de la mano de la falta de experiencia”
PLAZA GALICIA, BUENOS AIRES. PH: @cgmanzoniequipo de AFTEl lado luminoso de la pandemia
En sus dos décadas y media de trabajo, el estudio ha abarcado un amplio rango de categorías que incluye masterplans de urbanizaciones, proyectos de usos mixtos, edificios culturales, corporativos, industriales institucionales, desarrollos inmobiliarios, diseño interior, diseño de productos y de mobiliario.
Consultado acerca de las particularidades del contexto actual, Alfredo articula una mirada optimista, sin desdibujar la complejidad de la situación.
“La cuarentena nos encontró en el medio de la mudanza hacia las nuevas oficinas de AFT”, relata Alfredo. Sin embargo, la vasta experiencia del equipo en el trabajo a distancia (tienen una oficina en Buenos Aires, donde está instalado Fourcade, y una en Córdoba con Tapia y Atelman a la cabeza) permitió una adaptación rápida a la nueva coyuntura exigida por la pandemia. “Estamos muy acostumbrados a esta forma de trabajo y esto se acentuó en una etapa muy intensa e interesante que vivimos entre el 2007 y el 2010. Durante cuatro años, asociados a otro estudio, trabajamos para Emiratos Árabes en un ritmo frenético que superaba, incluso, al de la primera época del Malba”, recuerda y continúa: “nos acostumbramos mucho a trabajar con videoconferencias, con equipos armados en diferentes países con distintos horarios y husos horarios y, si bien han pasado algunos años, esa experiencia colaboró para encontrarnos bien preparados en este particular escenario”.
Sin embargo, una idea rondaba desde hacía tiempo por su cabeza: la de la reinvención, la de refundarse. En esa búsqueda, “todo esto sirvió para pensar en cambios”, para analizar con profundidad aspectos vinculados a lo positivo del cara a cara del equipo en lo cotidiano, qué tan necesarias son o serán las oficinas, cuánto o qué tan bien se puede trabajar desde nuestras casas, qué tan productivo se puede ser en lo remoto y cómo se vuelve (o si se quiere volver) al esquema anterior. “Es un período de pausa obligada que ayuda pensar en cambios. Se dispararon un montón de interrogantes, desafíos y problemas que, desde nuestro punto de vista como arquitectos o diseñadores, nos deberían llenar de oportunidades para estar produciendo cosas en el corto y mediano plazo”.
Quién inspira a los que inspiran: del idealismo de la juventud a los comics de Bjarke Ingels
Howard Roark es el protagonista de la novela El Manantial. Un arquitecto conocedor de todo el proceso de la obra. Un defensor de sus proyectos por encima de todos los obstáculos. Un hombre con visión y convicciones muy claras y el responsable, además, de inspirar a un idealista Alfredo Tapia en sus años de juventud.
En el plano de la realidad Rem Koolhaas es otro de los nombres que incluyó Alfredo entre sus referentes destacados. De nacionalidad holandesa, Koolhaas fue guionista de cine y periodista (antes de dedicarse de lleno a la arquitectura) “lo cual le aportó, siempre, una original forma de abordar la profesión”, explica.
“Es un personaje con una carga intelectual muy profunda, con una visión que traspasaba los problemas cotidianos. Cuando otros arquitectos estaban más interesados en hacer obras reconocibles y publicables como museos y edificios para grandes corporaciones; él estaba tratando de entender los nuevos problemas de la modernidad, de las grandes ciudades y de los grandes centros urbanos. Es, quizás, el más importante pensador crítico sobre la realidad arquitectónica de su generación”, sintetiza admirado.
Finalmente, un personaje mucho más contemporáneo (y que también trabajó en la oficina de Rem Koolhaas): Bjarke Ingels, director de una oficina de arquitectura con sedes en Copenhague y New York y responsable de “imprimir” frescura a un momento en el cual la arquitectura estaba cargada de una densidad intelectual poco comprensible.
“Cuando los demás arquitectos reconocidos publicaban libros muy complejos, muy crípticos intelectualmente; él difundió su forma de pensar con un comic. Tiene una aproximación muy novedosa a los proyectos de arquitectura”, concluye Tapia.
PUNTO W, CÓRDOBA.
Una ciudad: Cuzco
El porqué.
“Además de parecerme una hermosa ciudad, Cuzco era la capital del imperio inca y en ese momento ellos, literalmente, se consideraban el centro del universo. Existe ahí un importante aprendizaje: no importa qué tan seguro uno esté sobre algo, siempre puede estar muy equivocado. Moraleja: mantenerse humilde y abierto a aprender”.
Un estilo: Ninguno
“Considero que ningún estilo en particular funciona bien fuera de contexto. Creo que cada proyecto merece una solución propia, exclusiva, pensada para ese trabajo en particular y que hable de su tiempo y de su lugar”
Un material: Dos
“El hormigón y la madera. Nada más”
Una obra: mi casa
“Cada vez que viajaba me gustaba parar en diferentes lugares y realmente vivirlos. Aprender de cada sitio, de cada casa de amigo donde paraba, de cada hotel, de cada espacio que alquilaba. Siempre había un detalle, tamaño de ventanas, tipo de barandas, alturas.
Después de todo eso, hoy realmente creo que tengo claro lo que quiero y estoy dándole vueltas al proyecto de la que, seguramente, será mi casa final”
La clave del éxito: “el potencial de la suma de las partes por sobre las individualidades”
AFT ARQUITECTOS
La solidez de una sociedad bien concebida, la convicción en el hacer y la humildad del aprendizaje constante. Una fórmula reservada para unos pocos, los que hacen historia.
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