“Pinto para celebrar la vibración que genera la existencia, el estar vivo”, manifiesta.
En un contexto desafiante redobló la apuesta y abrió su primera galería de arte en una de las zonas más atractivas de Villa Allende.
Sensibilidad, luz y energía conviven en la artista y en su nuevo espacio.

Florencia Galán Camps


Es historiadora pero siempre estuvo vinculada al mundo creativo. Hija de arquitectos, el arte y la pintura estuvieron presentes en su vida desde que tiene uso de razón. Dibujar en los tableros, intervenir la planimetría a mano alzada con pasteles, acuarelas u óleos, fueron parte de sus rutinas y de un ejercicio plástico cotidiano, estimulante y exploratorio.

“Para mi papá pintar flores para la Galería Cerrito fue un sustento económico enorme mientras estudiaba”, recuerda.
Su madre, a la par de su desarrollo como arquitecta, cursó 3 licenciaturas como artista plástica. La casa de los Galán Camps se volvería, inevitablemente, un lugar lleno de vocación, talento y creatividad. Un verdadero taller.

“Siempre estuve ligada al arte, con ganas de poner las manos a funcionar, a trabajar. Entrando y saliendo de las ciencias sociales, apuntalando amigos en distintos proyectos”, explica.

El punto de inflexión llegó hace 4 años ante la necesidad de desarmar aquella casa-taller experimental en la cual se había criado.
“Encontré un rincón con pilas de pasteles, acuarelas, óleos. Y en coincidencia con una etapa de mayor estabilidad, me dije que ese era mi momento”, rememora desandando el camino con pasión.

Por entonces, le divertía sacar fotos de lo que hacía; ver el registro en la cámara que cobraba luz y lo que la pantalla le devolvía. Comenzaba así a asimilar que sus trabajos, lo que estaba haciendo, resultaba atractivo.

“No a todo el mundo le gusta ni le va a gustar, eso es tan personal, tan emocional. El arte son impresiones sensibles. Y uno se encuentra en ese mundo de hacer con quienes vibran con esas imágenes. Eso fue pasando de un modo cada vez más frecuente a medida que lo iba mostrando. Mis hijos me animaron a abrir una cuenta de Instagram, empecé a exponerme y en eso fui encontrando a otros, del otro lado de la pantalla interesados en comprarme una obra. Así me fui animando a comercializar esto que hacía.

No tenía camino andado en el foro de lo artístico y de lo plástico pero sí confiaba en mi intuición en el sentido de una formación cultural fuerte y profunda”, resalta Galán Camps.
Hacer, registrar, publicar y vender se volvió su rutina y su nuevo trabajo.

El lado B de la pandemia
Sin desconocer la tragedia sanitaria, Florencia afirma que la pandemia ha sido “una encubadora de arte enorme”.
“El arte siempre salva, quien hace con las manos no se enferma con la cabeza. Fue un tiempo súper valioso en el cual trabajé sin límites y sin fin como nunca antes en la vida. Y también me reenamoré de la familia construída, un equipo afectivo todoterreno, ese núcleo duro, fuerte, que respalda”, afirma.
En términos de consumo, Galán reconoce a un interlocutor que superó el umbral de los miedos y se volvió muy consciente de la importancia de su entorno más próximo.
“Estaba ahí, ávido. Fue un boom de consumo de arte feroz”

Equipo for export
Su equipo de trabajo está anclado fundamentalmente en su familia: su esposo Diego Brown y sus 3 hijos: Paloma, Manuel y Tomás. Contempla también otras personas que participan, sobre todo, en la logística para exportar sus obras ya que sus principales clientes están fuera del país.
“Pongo mucha energía en la construcción del vínculo humano. Sucede que te llama una profesional de Washington que quiere una obra de gran formato para su living. Tenés que estudiar sus gustos, el espacio, su paleta de colores, la luz. Hacer propuestas. Un camino muy interesante que bordea el arte, el encuentro y la afinidad psicológica porque te encontrás con las ilusiones y la confianza del que te convoca para que hagas el trabajo”

Galería de Arte


Proyección de futuro
“Empiezo a sentir una fuerte consideración hacia mi trabajo por parte de gente aún más joven que yo y eso me halaga y me alienta mucho. Tengo 42 años y siempre pienso que estoy trabajando en proyectar la madurez haciendo lo que me haga feliz. Feliz de haber construido en el plano profesional un camino creativo en el que me siento como pez en el agua. Por eso, para mí, no hay mejor halago que el hecho de que la gente joven me esté mirando y tenga empatía con lo que hago. Eso implica (o me da sensación) de proyección de futuro.”


El proceso creativo
Como política personal tiene habilitado un tiempo para sí misma para explorar con libertad e ir eligiendo inconscientemente las paletas a transitar.
Amante confesa de la decoración, comparte su concepto de incorporar color a través del arte en mundos despojados.
“El arte da identidad. Siempre pienso en cajas vacías luminosas y en crear algo que identifique el proyecto. Tener en cuenta dónde va, lo que se ve por las ventanas, los estímulos naturales. Multiplicar las sensaciones que da la atmósfera de un espacio trasladada a la energía que da una obra de arte”.

Cómo es la casa de una artista como Florencia Galán Camps
“Mi casa es una especie de telaje de objetos emocionalmente cargados de historias. Me encantaría vivir de un modo mucho más liviano, más vacío. Creo que menos es mucho más. Pero por mi historia familiar me ha tocado (y elijo) custodiar muchos objetos que intento que convivan en un espacio muy blanco y muy luminoso, rodeado de verde. Toques de color a través del arte. La fachada es rosa; creo que es un modo muy cálido de proyectar hacia afuera quién uno es o cómo dialoga con el contexto. Diseñé una pileta a lo David Hockney, una pileta a mano alzada copiada de un cuadro. Divina, hermosa, sin ser una locura ni ostentosa. Es una casa chica, como de playa, con mucha gente circulando. Una casa-club por la personalidad de mi marido y de todos nosotros. Muy abierta a los amigos”

Referentes
“El arquitecto argentino-Italiano Alfredo Gigli.
Eugenio Martinez, intimo amigo de casa.
Guillermo Olguin (actual vicedecano de la Facultad de Arquitectura)
Maria Wonda, una galerista excelente que me ha dado lindas devoluciones. Porque si bien considero que hay que trabajar y vivir con libertad plena, también es cierto que a todos nos gusta sentirnos reconocidos, considerados y respetados por lo que hacemos. Es una necedad pensar que podemos ser en autonomía; somos también en la medida en que nos construímos bajo la mirada del otro y con la mirada del otro. Nutre, hace sentir bien y te da seguridad. Como en todos los planos de la vida y en cualquier profesión”

Carolina Samamé para Ferrocons

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