Materializar la magia

Alejada de la urbe y en el más estrecho contacto con la naturaleza, un nido se abraza a un árbol como concreción de un sueño recurrente de la infancia.

En el Valle de Calamuchita, entre Potrero de Garay y San Clemente, una casa de 45 m2 distribuídos en tres niveles, se erige en lo alto de un pino.
Un refugio íntimo, de seis metros de diámetro, que transmite calma y un dejo de nostalgia.
Una creación diferente en la búsqueda de integrar la naturaleza a la escala más humana.
La determinación de espíritus románticos para los cuales no hay sueños imposibles de cumplir.

Un campo, una ilusión y dos amigos

Al deseo del publicista cordobés Nicolás Cugiani de habitar los arboles se unió la pasión por la naturaleza de su gran amigo Pablo Dellatorre. Juntos maquetaron la ilusión y materializaron esta construcción.

A las cañas (que se fueron tejiendo para dar la apariencia real de un nido) se suman la madera, el metal y las telas, responsables de impregnar con exquisita calidez artesanal cada rincón de esta estructura.

Serena y admirable, la casa del árbol presume de tener en su interior todos los espacios necesarios para una experiencia diferente.
El confort en las alturas incluye baño, habitación, un rincón de lectura y una terraza con vista al lago.

Cambiando bosque por selva, y de la mano de Cugiani, la idea traspasó fronteras y llegó a la Rivera Maya con un proyecto de similares características en la zona de Humay , a 30 km de Tulum .

El nido es la “piedra angular” de otro proyecto de refugios denominado Tribu, con mayor nivel de sofisticación pero con la impronta Dellatorre. “El templo de la gratitud”, como él lo llama es un espacio diferente; la concreción de un sueño y lo extraordinario en una escala pequeña, conectada al origen de todo.